domingo, 2 de agosto de 2009

Las dos caras de nuestra vida.

Todos estamos llenos de momentos felices, la felicidad llega en cualquier momento, en el menos pensado, y nos invade el alma de alegrías, sueños, esperanzas, y osadía, con la cual nos sentimos lo suficientemente grandes y poderosos para alcanzar nuestras metas. Es tan inmensa la felicidad que se expande hacia los seres que tanto queremos y que están a nuestro lado… ¡Qué belleza! La felicidad no puede ocultarse, sólo puede ser disfrutada y compartida.
La vida es un eterno ciclo, así como el día termina y llega la noche, sucede con todo en el mundo, hasta lo más hermoso y radiante, algún día termina. En esos instantes una presión en el centro de nuestro cuerpo se comienza a sentir, es la angustia de saber que algo llegó a su final, que es necesario dar vuelta la página y comenzar de nuevo. Nos quedamos inmóviles, los ojos fijos en esa puerta que se cerró, tan estáticas quedan nuestras pupilas que no logran ver que una nueva puerta se comienza a abrir… Pensamos que el mundo entero se confabuló contra nosotros, perdemos el sentido de nuestra vida, nos invade la ansiedad y la desolación, no logramos comprender que es parte del ciclo de la vida… Nos aislamos, nos hacemos pequeños ante la realidad, y sufrimos en soledad.
No se puede negar lo difícil que es aceptar y vivir los cambios de ciclos, pero tampoco se puede negar lo importante que es intentar aprenderlos a vivir en armonía, convencidos que la felicidad y la tristeza son dos caras de nuestra vida.
Sólo cuando se siente la tristeza, valoramos la felicidad, una sin la otra no tendría sentido, pero en nuestro interior está el secreto de conservar siempre la felicidad, a pesar que la tristeza nos visite en algunos momentos.
Pensando todo esto, crecí un poquito más, aprendí a sonreír, pero por sobre todo pude darme cuenta que no vale la pena CALLAR cuando habla el corazón, y que no existen FRONTERAS cuando nos sentimos vivos.

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