lunes, 20 de julio de 2009

Cuando un amor no se decide a llegar...



La noche está gris, una neblina se hace presente, el frío golpea las puertas, la música es mi única compañera en este momento.
De repente se nubla mi mirada, y siento la caricia de una lágrima en mi rostro; entiendo que mi alma está triste, muy triste y necesita expresar sus penas.
Hay un miedo incontrolable que la amenaza, el miedo de perder al dueño de sus ilusiones, al portador de sus esperanzas, a ese ser que se atravesó por su camino una simple noche de otoño.
Es una persona maravillosa, encantadora, tímida y tan simple que le permitió volver a creer en el amor... pero el miedo a perderlo surge porque en ese ser el amor aún no germinó.
Hay un miedo muy fuerte en mi alma, brusco y frío como viento de invierno; hay miedo a sufrir, hay miedo a repetir historias pasadas, hay miedo a pensar que esta soledad no podrá alejarse...
Mi alma quiere sonreír, pero no puede, siente que el frío miedo la atormenta, la paraliza y le cuesta poder imaginar un final feliz para esta historia que hoy tiene entre sus dedos.
No se dá por vencida, abre sus ventanas buscando la luz del sol, los rayos del amor, que son los únicos capaces de detener al miedo y permitir que la alegría junto a la felicidad se conviertan en sus mejores aliadas.
¿Por qué cuesta ser amada por la persona que le devolvió el brillo a mis pupilas?
Este es su refugio, el lugar que eligió para gritar con sus silencios, todo lo que ella siente, todo lo que en ella habita... se siente más tranquila, lo suficiente como para esperar que el tiempo le dé las respuestas que ella tanto desea conocer...
Amor, si eres para mí, yo prometo hacerte el hombre más feliz... el hombre que no se arrepentirá de haber vuelto a creer en el amor.

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